Mitos, realidades y consideraciones personales sobre el “miedo escénico” en la gestión de proyectos

¿Qué pasa por nuestra mente cuando tenemos que enfrentar una situación que, dicho de esta manera, nos “saca de nuestra zona de confort”? Por un momento, dejemos lo que estamos haciendo y dediquemos unos minutos a hacer un breve recordatorio de aquellas situaciones (sea personales o profesionales) que se hayan planteado a lo largo de nuestra vida en las cuales, frente a otras personas (generalmente desconocidas o fuera de nuestro círculo personal más cercano), hayamos tenido que hacer uso de la palabra. Una presentación oral en clase, la defensa de un trabajo fin de carrera, tomar la palabra ante nuestra comunidad de vecinos o, mismamente, en nuestro ámbito de la gestión de proyectos, informar al patrocinador (o a cualquier otro stakeholder) acerca del estado de avance del proyecto. ¿Nos suena? Por supuesto que sí.

(1ª realidad; de un modo u otro, sea en el ámbito y en momento que sea, son situaciones que se nos han presentado en algún momento del pasado y, tarde o temprano, tendremos que volver a afrontarlas nuevamente en el futuro).

Los recuerdos o experiencias vividas (especialmente si han sido negativas), o la mera confirmación de tener que afrontar una situación así en un plazo determinado y relativamente breve pueden provocar cierto escalofrío (o nerviosismo, inquietud…) hasta en las personas más decididas. (2ª realidad que, dicho sea de paso, enfrenta y combate el mito de que, simplemente por ser decidido, esa persona no experimenta nervios ante una situación, cuanto menos, inusual en su vida).

Pero, ¿qué es ese “nerviosismo” ante algo desconocido o inusual? ¿Cómo lo definimos? Existe a nivel general un reconocimiento más o menos generalizado y aceptado (con sus matices, en los que no entraremos) a denominarlo como “inhibición oratoria” o, en términos más informales, “miedo escénico”. Y no nos referimos (aunque podría guardar cierto símil) al efecto y sensaciones que, en términos futbolísticos, experimentan aquellos equipos que visitan el estadio Santiago Bernabéu y que fue acuñado por los aficionados merengues sobre el conocido “miedo escénico del Bernabéu”.

2.- ¿QUÉ ES EL MIEDO ESCÉNICO?

En términos sencillos, el “miedo escénico” (o inhibición oratoria, término más formal al que se asocia) podría definirse como un estado de ansiedad que sufren muchas personas cuando deben tomar la palabra frente a un grupo de oyentes. (3ª realidad; no cabe duda de que uno de los principales temores del ser humano es tomar la palabra y exponerla en público frente a los demás).

Antes de nada, deberíamos parar un momento, reflexionar y admitir (4ª realidad) que, en algún momento y estando mejor o peor preparados, hemos sentido alguna (o más de una vez) ese miedo. Por tanto, el primer paso para afrontarlo y mitigar sus efectos pasa por reconocer que es un problema que nos coarta, tanto en nuestro desempeño profesional como en nuestra vida personal, y que como tal debemos poner los medios, adquirir y entrenar las capacidades necesarias, etc., para corregirlo.

A nivel general, podrían existir opiniones o afirmaciones del tipo “yo no tengo miedo a hablar en público” o “no necesito preparar nada, porque sé lo que voy a decir”. Francamente, considero que se expresan desde el desconocimiento y la ignorancia (van alineadas, en cierto modo, con la cultura y formas de ser un tanto envalentonadas, propias de nuestro país). Ante un orador que piense y actúe de esa manera, sería interesante observar su reacción al plantearle una pregunta ligeramente desviada del contexto o su opinión acerca de un tema relacionado indirectamente con el asunto en cuestión, o de una cuestión que desconoce. Seguramente (y a menos que tuviese un conocimiento adecuado de la materia, su aplicación y, obviamente, estuviera preparado para comunicarse en público), perdería su “hilo argumental”.

3.- SINTOMÁTICA Y PSICOLOGÍA DEL MIEDO ESCÉNICO

¿Cuál es la sintomática, los efectos de ese “miedo” o “inhibición oratoria”? Los conocemos muy bien: se nos reseca la boca, temblores en las piernas, se altera el ciclo respiratorio y cardiaco, tartamudeamos, las manos sudan (al igual que la frente, las axilas y la planta de los pies), la presión arterial aumenta (incluso puede provocar desmayos), espasmos abdominales (alteración digestiva que puede provocar náuseas), o la contracción de la parte posterior del cuello (reflejo de pánico), son algunos de los síntomas más frecuentes.

Son los efectos que conlleva el paso del rol “león” al rol “cordero”; la sensación de soledad se potencia (miedo al cambio); el pasar del auditorio (estado de protección) al atril (estado de indefensión) que agolpa en la mente preguntas como ¿estoy bien preparado?, ¿tendré una buena imagen?, ¿el público me aceptará?, ¿recordaré todo lo que tengo pensado decir?, ¿me escucharán bien desde el fondo del auditorio? En definitiva, la falta de conciencia y de comprensión de nuestra propia fisiología, psicología y naturaleza, es la que nos lleva a este estado de angustia y nerviosismo.

Y lo peor de todo, es que este “mal”, este “problema” no hace excepciones, ni tiene piedad y se manifiesta con toda su crudeza en todo aquel profesional, sea del ámbito que sea, que debe ejercer el discurso y la palabra como partes inherentes a su trabajo y que en un teórico “ranking de fobias” ocuparía puestos de pódium. (5ª realidad).

4.- ALGUNOS TIPS CON LOS QUE (COMENZAR A) COMBATIR EL MIEDO ESCÉNICO

Pero, a pesar de esa sensación de malestar, ¿es posible contrarrestar sus efectos? La respuesta claramente es sí. (6ª realidad; superar el miedo escénico conlleva asumir el problema, adquisición, entrenamiento y puesta en marcha de habilidades de comunicación y, lo más importante, aprender de los errores y fallos cometidos en el pasado).

Expertos en oratoria incluso reconocen que, en cierto modo y controlados, es beneficioso tener una cierta cantidad de nervios, pues nos mantiene activados y son prueba de que nos interesa realmente lo que vamos a hacer o decir; si no nos importara, ni siquiera nos inmutaríamos. Es posible combatirlo (7ª realidad; se considera al miedo escénico como un “miedo social”, que no tiene por qué ser un “miedo real”) y aminorar sus efectos, siguiendo una serie de directrices y recomendaciones, que entre las muchas que se podrían poner en práctica, hacemos mención a algunas de ellas:

  • Seleccionar y filtrar la información sobre el tema a abordar; estar mejor documentado o informado evitará que nos podamos quedar en blanco.
  • Preparar y ensayar la presentación, procurando centrarla en los puntos que se considere clave de ésta; no dejar lugar a la improvisación, pues actúa como “hermana pequeña” del miedo escénico, posible desencadenante de éste.
  • En la medida de lo posible, estudiar el auditorio y escenario donde expondrá su ponencia, preparar ropa y enseres personales que vamos a utilizar, materiales audiovisuales etc.
  • No practicar excesivamente, ni dejar toda la preparación para el final. Ejercitarse a última hora, al igual que ocurre con los exámenes en la escuela, solo hace que nos fatiguemos y nos quede una sensación de inseguridad sobre si estamos o no preparados.
  • Previo a la presentación, descansar el tiempo suficiente, comer ligero y evitar consumir estimulantes.
  • Si debemos viajar, planificar el desplazamiento con antelación suficiente, a fin de poder descansar; evitar llegar directamente al lugar de la presentación, dar un paseo por los alrededores.
  • Al llegar, saludar a los organizadores y familiarizarse con la sala de actos. Si es posible, es recomendable ubicarnos, previo al acto, en el lugar desde donde vamos a hablar.
  • Una vez comencemos, es preciso agradecer al organizador su invitación al evento. Es un primer intento para “ganarse al personal”.
  • Ser honesto y riguroso en cuanto al tema a tratar; evitar consideraciones personales, vínculos con temas políticos o sociales especialmente sensibles, etc.
  • Mantener un tono de voz que evite adormecer a la audiencia; en aquellos puntos que así lo exijan, se pondrá más énfasis.
  • No realizar falsos comienzos, ni detenernos a mitad y volver, no divagar en disquisiciones que pudieran hacer perder interés a la audiencia.
  • Cuando cometamos un error, seguir adelante. Si nos paramos y corregimos el error, entonces habremos cometido dos errores. Mirar hacia delante, lo que pasó, pasó.
  • Incluso cuando hayamos realizado un pequeño desastre, terminar de forma sólida y dando a la última palabra todo su valor y colocando en nuestra cara un gesto de simpatía y desenfado.
  • Generalmente, se abren turnos de preguntas al final del acto; en tal caso, si le preguntan, ser franco y honesto en el mensaje transmitido (en este momento, sí que puede recurrirse a alguna anécdota, ejemplo, datos, etc. que aclaren y refuercen su respuesta al auditor).

Finalmente, valga destacar que el mejor consejo que los expertos en comunicación suelen dar es que salga como salga nuestra presentación, siempre es una experiencia de la que aprender; de los errores se aprende, y el miedo escénico no es una excepción. (8ª realidad).

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